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Sobre la vacuna del Papiloma

14:18 12 agosto in General

¿Es lo indicado la distribución masiva de la vacuna del Papiloma?

Miguel Ángel Martínez González

La vacuna contra el virus del papiloma es sin lugar a dudas uno de los mayores avances tecnológicos de la medicina preventiva actual. Las vacunas contra el cáncer son un ambicioso sueño de la humanidad y esta vacuna se aproxima a tan maravilloso ideal. Cuenta además con todas las bendiciones de agencias tan solventes como la FDA (Food and Drug Administration) norteamericana. Esto ahuyenta miedos a masivas reacciones adversas de gravedad. La aplicación de cualquier vacuna a miles y miles de personas es posible que coincida en el tiempo con diversos procesos causados por otros factores. Coincidencia temporal no es lo mismo que relación causa-efecto. Posiblemente la alarma social sea injustificada ante los casos sospechosos de efectos adversos. Pero tales casos han supuesto una llamada de atención hacia otras sombras sobre esa vacuna.

Somos muchos los que hemos firmado un manifiesto pidiendo sosiego y prudencia antes de transferir precipitadamente este gran avance técnico a acciones masivas de salud pública. Recientemente 3 profesores de nuestro Departamento publicamos un informe técnico en la revista Medicina Clínica (disponible en www.unav.es/preventiva) donde analizábamos con mucho detalle los pros y los contras de la vacunación masiva de niñas muy jóvenes en España. Coincidió temporalmente (tampoco sin relación causa-efecto) con un editorial del New England Journal of Medicine (vol 359, pag. 861) que se llamaba Reasons for caution. Nuestro informe se llamaba «Razones para el optimismo y razones para la prudencia». Coincidíamos en muchos aspectos de los razonamientos y evidencias aportadas. Nosotros enumerábamos 20 cuestiones aún no resueltas, entre otras las relativas al desconocimiento de su efectividad a largo plazo, la compensación de riesgos por creerse más protegido de lo que se está y el coste de oportunidad, porque quizás habría otras prioridades en las que gastar.

La vacuna puede llevar a descuidarse en la conducta. Se conoce que la percepción de quien recibe una vacuna es que se cree más protegido de lo que realmente está. La vacuna no protege frente a todos los tipos de virus del papiloma que causan cáncer (más de 20), sino sólo frente a dos de ellos, los más frecuentes. ¿Se conseguirá sólo sustituir los que ahora son más frecuentes por otros tipos a base de vacunar? Sería un despilfarro. Tampoco protege frente a la larga lista de otras infecciones de transmisión sexual que van en aumento en nuestra población (a pesar de ostentar récords en uso de preservativos), como son las infecciones por clamidias, sífilis, gonococos, herpesvirus, virus de hepatitis, tricomonas, sida, etc. Es el conocido fenómeno de compensación de riesgos.

Olvidarse de cambiar estilos de vida para recurrir a una solución (parcial), eso sí llena de glamour tecnológico, ha sido siempre un escape peligroso en salud pública. Sin cambios en estilos de vida, no se avanza en salud pública. Peor todavía sería caer en el derrotismo de pensar que los estilos de vida no son modificables. Hay evidencia científica abundante de que sí lo son. Lo que pasa es que hay que invertir más en ello. La vacuna contra el papiloma es más cara que todas las demás del calendario juntas. ¿Es que nos sobran los recursos?

En tiempos de crisis habría que plantearse con mucha calma si ésta es realmente la prioridad en el gasto en medicina preventiva. Así lo hemos pedido más de la mitad de los catedráticos de esta especialidad en nuestro país. No tenemos precisamente una epidemia de cáncer de cuello uterino. No estamos al nivel de Estados Unidos en infecciones por el papiloma. Tampoco estamos a su nivel en lo que ganan los médicos y otros profesionales sanitarios. Para elevar el nivel de salud de la población y la satisfacción con el sistema sanitario, quizás un destino alternativo preferible para el gasto sanitario sea el de incentivar mejor a los profesionales que con tanto esfuerzo sostienen este sistema.

Publicado en Diario de Navarra, 26 de febrero 2009