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Moral Natural y Experimentación Fetal

18:19 16 agosto in Filosofía y Ciencia

El Dr Lejeune 1994+ descubridor a los 28 años de edad de la trisomía 21.

Jerome Lejeune

Prof. Genética Humana-París.
Respeto a la Vida Naciente, Procreación Artificial y Experimentación Fetal

Antes, cuando la Sra. Rini habló también , yo le recordé que el descubrimiento de la amniocentesis había ocurrido en Nueva Zelanda, y fue hecha por mi gran amigo Liley. El objetivo era curar a los niños que tenían incompatibilidad Feto-maternal y que corrían el riesgo de morir “in utero”. El intentó amniocentesis para ver en qué estado se encontraba el feto y para poder realizar una transfusión “in utero” y para salvar así a los niños. De manera que recuerdo que para Willian Liley era muy doloroso ver que lo que inventó para proteger la vida de los fetos en peligro, luego se empleaba para amenazar la vida de niños que no estaban enfermos.

Anteriormente intercambié unas palabras con los periodistas, y les hice observar una cosa sumamente importante para su profesión: es muy fácil para un periodista saber si un técnico es un médico que está al servicio de la vida, o si es un biólogo que está al servicio de una determinada exterminación. Aquellos que quieren proteger a los enfermos hablan de moral y los que piensan matarlos hablan de ética. Cuando hallamos comprendido esta particularidad del lenguaje sabremos inmediatamente con que tipo de gente estaremos tratando. Y finalmente les voy a hablar de moral sobrenatural también.

Para los genetistas como lo soy yo, en nuestra búsqueda de la verdad encontramos una evidencia, cuando ésta, está en pleno florecimiento; y esa evidencia es muy sencilla: El espíritu anima a la materia. Si miramos lo que ocurre en el cerebro, en esa computadora extraordinaria, más poderosa que todas las computadoras de la NASA, que nos ha sido legada por la naturaleza y que empleamos sin ninguna dificultad, pero tampoco sin saber cómo funciona, entonces nos daremos cuenta, al observar con mucho cuidado (y eso es precisamente el trabajo de los científicos), que hay una estructura en nuestro cerebro que corresponde a la red de una computadora. Por ejemplo, cuando miramos las fibras que conectan las células nerviosas entre sí, podemos observar con un microscopio normal y corriente que si las pusiéramos una detrás de otra, se podría llegar de Caracas hasta Senegal.

Pero, si miramos las pequeñísimas fibras que sólo se ven con microscopio electrónico, que llamamos los neuro-túbulos (son el cableado elemental del cerebro), si deshiciéramos esa madeja extraordinaria y colocasemos todos estos hilos uno detrás de otro, llegaríamos a la luna, y espero que podríamos también regresar. De manera que la complejidad de esta máquina cerebral que está a la disposición de todos, es realmente astronómica.

Ahora, lo que es aún más extraordinario es que cada vez que uno hace un movimiento, que uno extiende el brazo, o cada vez que a uno le pasa una idea por la cabeza, por esos tubos minúsculos están pasando iones y electrones; es decir que en el sentido más estricto del término, el pensamiento da órdenes a la materia; Estas no son especulaciones; es neuroanatomía experimental. O sea el espíritu anima a la. materia. Para el especialista en genética el fenómeno es el mismo, pero en otra escala, y sucede al, principio de la existencia. En cuanto el espermatozoide, que lleva 23 cromosomas trasmitidos por el padre, penetra. en la zona pelúcida, que es como un saquito de plástico que protege el óvulo en, cuanto estos 23 cromosomas del padre se encuentran con, los 23 cromosomas de la madre, toda la información necesaria y suficiente esta allí reunida, no para construir el hombre teórico, sino para determinar todas y cada una de las cualidades de ese ser que nueve meses después llamaremos Pedro, Pablo, Magdalena.

No se trata de un postulado moral o de una idea filosófica, sino de una verdad experimental Y si lo que estoy diciendo no fuera verdad, si el ser humano no estuviera definido desde la fecundación, entonces la fecundación extracorporal sería imposible, la transferencia de un óvulo fecundado sería imposible. Pero aún si no apruebo ese tipo de manipulación, el hecho que exista nos demuestra que el ser humano comienza en el momento de la fecundación. Y esta no es una opinión de moralista, no es la esperanza de un metafísico. Es una verdad experimental.

De hecho en el lenguaje cotidiano vemos que está inscrito este concepto de que el espíritu anima la materia. Lo vemos en español, en italiano, en francés y en inglés. Se emplea la misma palabra para definir una idea que nos viene a la mente, y para definir un ser que viene a la vida. Hablamos de «Concepción», se concibe una idea, se concibe un niño. Esto no es por pobreza del idioma, al contrario. se trata de una intuición maravillosa de la inteligencia humana, a saber que al principio de la existencia el alma y el cuerpo, el espíritu y la materia están tan unidos que el hombre siempre ha empleado la misma palabra para definir a ambos. El hombre y la idea son concebidos de la misma manera. Esto nos lleva a considerar la responsabilidad que tienen los biólogos hacia la civilización técnica moderna.

Nos vemos obligados a rechazar como totalmente fuera de moda aquella dualidad cartesiana según la cual había por un lado un espíritu y por el otro un cuerpo; sabemos con toda certeza que el hombre es cuerpo y alma íntimamente unidos y que si la materia está animada por información humana, entonces se trata obligatoriamente de un ser humano. Desde luego que no voy a jugar al teólogo porque soy muy ignorante, pero Santo Tomás de Aquino..tuvo una frase extraordinaria y lo voy a citar de memoria. Dijo, -creo yo- «cuando la materia ha pasado por su última disposición, entonces el espíritu tiene que estar ahí».Es una intuición desde luego sorprende, toda la biología molecular trata de entender el significado de esta frase que resume lo que es la genética humana; este es el primer deber de los geneticistas. El segundo debe ser reconocer el hecho de que nosotros los hombres estamos construídos según un programa genético determinado, común a toda la especie y, en particular a cada uno de nosotros; esto nos obliga a preguntarnos ¿Entonces, si estamos construídos de una forma bien determinada (y eso está muy claro), quizás exista también un modo de empleo específico de la naturaleza humana?. En otras palabras quizás exista una moral natural inscrita en la naturaleza, pero tal vez todavía no seamos lo suficientemente sabios para poder descifrar toda esta moral natural y quizá necesitemos -y perdónenme que lo diga así- de un empujoncito, una pequeña ayuda que vendría de la moral sobrenatural.

Permítanme explicarme. Para el geneticista que soy, me parece que una forma de actuación, un modo de empleo de la naturaleza humana es el Decálogo; los diez mandamientos dicen para qué sirve, y cómo se conduce un hombre. Pero no hay sólo el modo de empleo sino también el de mantenimiento, el librito de mantenimiento; cuando compramos un automóvil sabemos que hay que cambiarle el aceite cada cinco mil kilómetros, hay que ponerle gasolina por el agujero adecuado y así sucesivamente. Esto con todo el respeto, Eminencias, serían los mandamientos de la Iglesia. O sea, el manual de mantenimiento.

Si existe una moral natural, que nos es enseñada además por la moral sobrenatural, es indispensable que los científicos traten de descifrarla y no para que la ciencia se adapte a esta moral de inmediato, porque la moral no nos va a enseñar la ciencia, pero si nos permitirá emplearla en forma adecuada. Si me lo permiten voy a hacer una parafrase de la Escritura; diría que la ciencia es el árbol del bien y del mal. Se trata de un árbol muy grande donde hay frutos que son buenos y otros que son malos; y que se ha desarrollado tanto que últimamente rodea todo el planeta y nos impide ver la luz. Y nuestro deber como científicos es decir estos frutos son buenos y hay que recogerlos, pero estos son los frutos malos y pongan cuidado de no dárselos a los demás.

Naturalmente, es difícil definir en términos sencillos lo que es la naturaleza humana. Sin embargo, me veo obligado a hacerlo aquí con ustedes. Trataré de no aburrirlos demasiado y de ser demasiado incomprensible, pero los genetistas no comprendemos todo. De manera que voy a volver adonde comencé.

Estos 23 cromosomas del padre y los 23 cromosomas de la madre contienen una molécula que se llama ADN, en la cual está inscrita una especie de código. Esto nos enseña toda la genética molecular. Sabemos que al principio hay un mensaje. En ese mensaje. Se encuentra la vida. Ese mensaje es la vida y ese mensaje es un mensaje humano, esta vida es una vida humana.

No quisiera entrar en muchos detalles, pero déjenme darles un ejemplo. En la larga molécula de ADN que está cortada en 23 trocitos para dar 23 cromosomas, están registradas cada una de las cualidades de cada uno de nosotros. Si aquí en Caracas juntáramos todas esas moléculas que definen las cualidades de los cinco mil millones de hombres que nos van a reemplazar aquí en el Planeta, esta cantidad de materia se podría meter en la mitad de un dedal, es del tamaño de dos pastillas y media de aspirina. La miniaturización del lenguaje de la vida es desde luego absolutamente sorprendente para nuestro espíritu, pero es absolutamente seguro para la inteligencia. Y ahora les voy a dar un ejemplo para que entiendan mejor.

Uno va donde un comerciante honesto y compra un cassette, por ejemplo «La Pequeña Música de Noche» de Mozart. Uno se lleva su cassette a la casa y lo pone en el reproductor, y el reproductor nos devuelve el genio de Mozart. Ahora, lo extraño es que en la banda magnética no hay notas musicales, no hay músicos tampoco. entonces ¿qué es lo que ocurre ahí? Lo que ocurre es que se ha traducido mediante un código en una banda magnética los movimientos del aire que fueron producidos por los músicos que siguieron las instrucciones que Mozart dio por escrito hace tanto tiempo. El reproductor restituye estos movimientos después de haberlos analizado, haciendo que el aire se mueva de nuevo y nos devuelva la sinfonía. Es mas o menos así como se toca la música de la vida.

En cuanto los 23 cromosomas paternos y los 23 cromosomas maternos se, unen, todos los cassettes de la sinfonía humana están reunidos y en cuanto empiezan a expresarse empieza la vida humana. Y esto es tan cierto que si uno ha comprado ese cassette de música de Mozart y se lo hace escuchar a alguien que no conozca a Mozart, entonces tendrá que esperar a que se desenrolle toda la cinta, que haya escuchado toda la sinfonía para que pueda decir: sí esta fue «La Pequeña Música de Noche de Mozat». Pero, si un amante de la música pone el cassette en el reproductor, después de las dos primeras notas dirá ¡Es Mozart!. Y ya a la cuarta nota podrá decir cuál es el Opus. Hay la misma diferencia entre el geneticista que reconoce vida humana desde su comienzo, porque es amante de esa sinfonía humana y la conoce, y el hombre ingenuo que tiene que escucharla totalmente para poder decir al final: «Ahí sí, sí, es un hombre porque él me lo está diciendo». Pero para eso hay que esperar seis o siete años para que el ser humano pueda expresarse de esa manera.

En realidad no hace falta saber de genética para saber que lo que estoy diciendo se ha sabido siempre. La forma en que todos reaccionamos, la forma en que nosotros somos espíritu y materia es tan intuitiva para nosotros, que sabemos que hay diferencias evidentes entre un hombre y un chimpancé por ejemplo. Y si uno es neurólogo y abre el cráneo, como un mecánico abre el capó de un automóvil, de inmediato se ve que hay áreas y zonas distintas que son características de la especie humana y que uno no encontrará en ningún otro lugar del reino viviente, ni siquiera. en el más inteligente de los orangutanes o chimpancés. Pero para esto ni siquiera necesitamos tener estos conocimientos de neurología; se puede hacer este descubrimiento de una manera más fácil. Yo lo he hecho muchas veces personalmente.

Yo viajo muchísimo, demasiado diría yo. Pero cada vez que puedo, en una ciudad nueva voy a dos lugares que son sumamente instructivos; uno es la universidad y otro es el zoológico. En las universidades casi siempre he visto colegas ilustres, muy sabios que menean la cabeza en forma muy docta preguntándose, si sus hijos cuando son muy chiquitos, en realidad no son como animalitos. Pero en los zoológicos nunca he visto congresos de chimpancés que se reúnan para preguntarse si después de todo, sus hijos un día no se van a convertir en universitarios. Es un experiencia muy sencilla, pero que desde luego determina el hecho, de que hay una diferencia entre la naturaleza humana y la naturaleza del chimpancé. Y yo personalmente saco la siguiente conclusión:

Esta diferencia es evidente para cada uno de nosotros, siempre y cuando queramos aceptar las consecuencias de esta prueba. En este planeta el hombre es el único ser viviente que se pregunta de dónde viene, quién es y «qué has hecho con tu hermano». También es el único que sabe que hay una relación, entre la pasión del amor y la transmisión de la vida, yo creo que en el paraíso terrenal ya lo había descubierto.

El chimpancé más listo, el mejor educado nunca sabrá, nunca podrá saber cuando monta a la mona, que puede haber una relación de causa entre la copulación y la llegada 9 meses después de un pequeño chimpancé que se parece a él. El hombre siempre lo ha sabido. Los antiguos representaban al Dios del Amor bajo los rasgos de un niño y no bajo los rasgos de la copulación, porque sabían que ambas cosas estaban unidas porque la superioridad absoluta del hombre es saber esto. Y eso es lo que da una dignidad muy especial al comportamiento sexual del ser humano, ya que este comportamiento está a un nivel muy superior de los demás seres vivientes.

Aquí quisiera hacer un comentario que casi no me atrevo a hacer. Pero estamos hablando aquí entre nosotros. Se ha dicho muchas veces, que la moral estaba muy mal ubicada en el fondo de un pantalón. Y muchos críticos creen haber ridiculizado a toda la moral sexual en forma definitiva. Es por una ignorancia extraordinaria de la neuroanatomía y permítanme explicarles esto.

Tal vez ustedes saben que toda nuestra piel que está en contacto con el mundo exterior está representada punto por punto en nuestro cerebro en lo que llamamos la parietal ascendente que corresponde mas o menos al lugar donde las jóvenes se ponen un cintillo para sujetar el pelo, y los muchachos unos auriculares para escuchar su «Walkman». En esta zona tenemos representada cada una de las partes del cuerpo en orden anatómico. Es decir, encontramos el tronco, el tórax, los miembros inferiores, la parte superior de las manos. los dedos en su orden anatómico y asombrosamente la cabeza esta separada del tronco y el cuello está hacia afuera. El hombre neurológico no tiene la cabeza sobre los hombros, se parece más bien a San Juan Bautista después de ser decapitado. Esta ubicación sorprendió poderosamente a los anatomistas y se puede explicar topológicamente; la única manera de representar esta forma sobre una superficie plana es, justamente, abrir el cuello y abatir la esfera hacia atrás para que la representación plana sea la más sencilla posible y los cables no se crucen.

Al llegar al otro extremo, la sorpresa es todavía más grande, porque se encuentra el tórax, el abdomen, los miembros inferiores incluyendo los dedos de los pies, y al final los mismos, los órganos genitales. Esta disposición anatómica es sorprendente y tiene dos consecuencias: la primera es que demuestra que somos seres que nos hemos erguido y que fuimos construidos sobre el modelo clásico de todos los seres vivientes. En ese caso, las últimas vértebras, las correspondientes a los órganos genitales vienen después de las piernas, pero como nos hemos erguido, daría la impresión de que han sido desplazados hacía el final de los dedos de los pies.

La segunda consecuencia es aun más importante: es que al estar al final de la pantalla que representa a toda nuestra piel, los órganos genitales vienen a ser la única región que está exactamente en contacto con lo que llamamos la zona límbica, que a su vez es la sede de las emociones. Es la sede de lo que nos conmueve, es el asiento de las emociones que permiten la persistencia del ser: hambre, sed, búsqueda de alimento y de las que permiten la persistencia de la especie: el deseo de la pareja, cierto afecto por lo que es pequeño, redondo, joven, la protección del descendiente, y la inclinación a reunirse con la pareja para la creación de este descendiente. En consecuencia, siendo fabricados así necrológicamente, vemos que para el ser humano es necesario controlar deliberadamente la función genital para también ser capaz de controlar todos los otros impulsos instintivos. No es la moral la que fue colocada en el fondo de un pantalón, es la reproducción que en el caso nuestro, fue colocada en el fondo mismo de la concepción del ser. Hemos sido fabricados de esa manera.

En consecuencia, si aceptamos que existe una moral natural, vemos inmediatamente que separar el amor del niño o el niño del amor, es un error de método; de ahí, la prescripción totalmente natural de una abstención continua en el caso de la castidad, y una abstención periódica en el matrimonio. Y si bien la monogamia es característica de nuestra especie (por lo menos así lo demuestran las estadísticas), y si el comportamiento social tiende a reservar para el marido una prerrogativa muy particular, la de ser el único que tiene el derecho de depositar células reproductoras en el órgano femenino de su esposa, entonces podemos deducir muy fácilmente cuáles son las nociones morales elementales. La anticoncepción, que consiste en hacer el amor sin hacer el niño, la fertilidad extracorporal que consiste en hacer el niño sin hacer el amor; el aborto, que sería deshacer el niño, la pornografía y la promiscuidad que deshacen el amor, todas serían contrarias a la única revelación que conocen las almas de los hombres, a saber, la naturaleza misma del amor humano.
Es cierto que la técnica puede darnos un dominio extraordinario sobre el ser humano muy joven. Podemos por ejemplo lograr que se encuentren en una botella el óvulo y el espermatozoide y que un niño inicie su existencia, no en el cuerpo de su madre, sino en una pequeña probeta de vidrio. A veces también podemos descender gradualmente la temperatura con lo cual primero se disminuye el movimiento molecular y finalmente se detiene totalmente. Y en el sentido físico del término, cuando nos acercamos al cero absoluto, hemos detenido el tiempo. Con esta técnica se han formado bancos de espermatozoides y de conservación de embriones, ya que la congelación permite guardarlos; quiere decir que en cierta forma se ha suspendido el correr del tiempo. ¿Pero acaso esto nos confiere el derecho de congelar embriones humanos?

La respuesta que dará es muy sencilla, derivada de la observación pura y simple. Congelar pequeños seres humanos muy jóvenes significa colocarlos en un sitio donde el tiempo ya no pasa para ellos y del cual ellos no pueden escapar. Es la posibilidad de colocar miles de pequeños seres humanos en el interior de un lugar en el cual para ellos se ha detenido el tiempo, se han concentrado seres humanos en un cierto lugar, Es un campo de concentración muy pequeño, pero eso exactamente lo que es.

Diré entonces simplemente que lo que sabemos de la naturaleza humana nos muestra que, sea cual fuese la juventud o fragilidad del ser humano, desde el momento de la concepción, el ser humano es un miembro de nuestra especie y que sola y exclusivamente por esta razón es que se le debe proteger de toda explotación. No se trata de una cantidad de piezas o repuestos que se pueden utilizar cuando hacen falta. Tampoco es un material experimental que se podría utilizar para después botarlo. No es tampoco un bien de consumo que se podría intercambiar o negociar. Y tampoco se trata de un producto perecedero que se congela para ser utilizado cuando se necesite. El ser humano, muy incipiente, por su naturaleza misma es miembro de nuestra especie y en cierta forma es nuestro prójimo más cercano y por ello le debemos respeto absoluto.

Es aquí que llegamos a lo que lo llamaré la mas fastuosa estupidez científica. Hace dos días estuve en Roma. Y antes de ayer un médico eminente, una doctora por cierto, mostraba numerosas fotografías de fetos, de cuatro a cinco meses, muertos por abortos porque algunos de ellos tenían trisomía 21. Y sobre la pantalla se vio un desfile de pequeñas caritas, pequeñas cabecitas, de aquellos quienes jamás tendrán acceso a la vida exterior y me daba la impresión de estar visitando -si me permiten arriesgarme a hacer esa comparación- una galería de personas que nunca serán ancestros de nadie porque se les ha matado antes de tiempo. Quedé totalmente estupefacto ante el virtuosismo intelectual de esta especialista en anatomía que decía: miren, éste tenía tal o cual característica, y «miren el otro no tenía esa característica». Y sin embargo era incapaz de ver que todos esos niños eran seres humanos que habían sido sacrificados.

Y aquí es donde palpamos de cerca esta fastuosa estupidez científica, que ve a la vez el detalle más diminuto pero no puede reconocer lo que todos vemos: que un ser humano muy pequeño es precisamente eso, un ser humano, muy joven y punto.

Entonces después le pregunté: «Tiene usted un sistema, un patrón de reconocimiento en su cerebro maravilloso, un medio de reconocer formas increíble, usted reconoce la enfermedad ¿y no reconoce el ser humano?»

La respuesta que me dió me aterró, porque era un increíble contrasentido, me dijo:»sí, lo reconozco, pero soy feminista.»

Bueno, y, ¿cuál es la relación entre una cosa y otra? Ustedes ven ahora que el peligro de la ciencia es que los que saben ver un lado de las cosas a veces no pueden ver sino eso y rechazan todas las demás pruebas.

Ahora, habría que preguntarse si el respeto por el ser humano muy joven que nos enseña la moral natural es realmente una traba para la investigación, o si es simplemente un protector, un guardián indispensable. No voy a hablar en forma teórica, voy a referirme a hechos concretos, lo que se sabe desde hace varios años. Voy a hablar de tres respetos: el respeto por la pareja, el respeto por el embrión, el respeto por la humanidad.

El respeto por la pareja sucede fundamentalmente cuando, como consecuencia de enfermedades sexuales transmisibles, el óvulo no puede atravesar bien la trompa para llegar del ovario al útero; las trompas están obstruidas y por otra parte, los espermatozoides no pueden llegar hasta el óvulo. Hay esterilidad y se ha propuesto evitar este obstáculo, tomar el óvulo, tomar el espermatozoide sin pensar mucho en el método, colocarlos en una botella y ver cómo se realiza la fecundación.

Y creo que debemos establecer una diferencia muy sencilla. La unión física entre dos personas (y solamente nosotros los seres humanos lo sabemos), esta unión física entre dos personas es la única posibilidad natural y moral para concebir una tercera persona. Es decir que el privilegio del hombre es el de depositar gametos en este templo interno que constituye el órgano genital femenino a través de la introducción del órgano masculino. Unas horas más tarde un solo espermatozoide va a penetrar el óvulo y ésta será la fecundación celular, a una escala totalmente diferente de la unión de las personas. La unión de las parejas es deseada, o en todo caso, es consciente, mientras que la unión de las células es totalmente independiente de la voluntad de los procreadores.

En consecuencia, cuando nos encontramos ante una pareja estéril, cada vez que el técnico va a quitar un obstáculo, reparar la trompa mediante un injerto, reparar el sistema hormonal, reparar la infección que se haya podido introducir, va a ser una ayuda a la naturaleza y será la medicina clásica, aunque se valga a menudo de una tecnología muy sofisticada. Pero, cada vez que el técnico trae los espermatozoides para que estén en contacto con el óvulo femenino está asumiendo la prerrogativa exclusiva del marido, sustituyéndose a la persona y es esta sustitución lo que hace que la fecundación artificial, así sea con espermatozoides del marido o la fecundación extracorporal aun cuando sea con los gametos de las dos personas casadas, se convierta en ilegítima en el sentido estricto.

Claro, esto puede parecer muy teórico. Ustedes me dirán: «bueno ese lenguaje técnico está muy bien a nivel académico, pero ¿qué significado tiene la en vida cotidiana?» Bueno, voy a recurrir a una mujer para que su ejemplo les ayude. Fue hace unos años en Francia; era uno de los primeros reimplantes de embrión que ya había iniciado su existencia en una probeta y los tres técnicos (el biólogo, el cirujano y el anestesiólogo) estaban bastante emocionados e inclusive habían puesto un poco de música suave, lo cual no es muy raro en un quirófano, para que el ambiente fuera un poco más acogedor. Después de haber reimplantado el embrión en el útero de su madre el cirujano declaró, y era muy cierto «¡señora está usted embarazada!» Unos minutos más tarde, habiendo salido los médicos, llegó el marido, acude a su mujer un poco preocupado y le pregunta, «bueno ¿cómo te fue? ¿cómo pasó todo?», y la mujer lo dijo así de improviso «¡he hecho el amor con los tres!»

Bueno, en realidad los médicos habían tenido una compostura total; pero vemos esa intuición femenina, la agudeza de la mujer, para describir en una forma tan realista y a la vez surrealista, que cuando tres técnicos se reúnen para introducir un minúsculo jovencito en el abdomen de la mujer, ella realmente siente que ha habido una sustitución de persona.

Por cierto, hay que señalar que las consecuencias de la fecundación extracorporal son temibles porque el pequeño hombrecito en la probeta está totalmente bajo el poder del técnico y es tentador el deseo de utilizar estos niños. Incluso se habla de «excedente de niños» cuando se habla de embriones. Provoca preguntar al que habla de eso, «señor o señora, según sea el caso, ¿ustedes que hablan de excedentes de embriones, puede diseñarme un solo hombre en este planeta que tenga las mismas características?» Verán que no podrán responder; esa noción de hombre de sobra, no existe, o si no simplemente seríamos algo así como criadores y el hombre algo así como un rebaño, y cuando hay exceso entonces simplemente se elimina, pero esto no lo concibe el ser humano.

Hay que decir también que el niño que ha sido concebido en el cuerpo materno es protegido por ese cuerpo, se le defiende, se le protege así contra las invasiones químicas y físicas que vienen del exterior. Yo utilicé la expresión «templo interno» cuando me referí a los órganos femeninos; ustedes creen que esto es retórica; no, no es un ejercicio de retórica, simplemente hablo chino y lo más sorprendente es que ustedes lo entienden y les voy a explicar por qué. Ustedes entienden chino y se les voy a demostrar.

Hace algunos meses estaba presentando una conferencia en un pequeñísimo pueblo cerca de Nagasaki; unas encantadoras monjas de origen francés me estaban recibiendo en una pequeña comunidad . En la noche me habían convidado a su mesa, éramos unas 12 personas y me dijeron: «somos docentes, somos maestras, ¿nos podría explicar un poco cómo es eso de la fecundación extracorporal, para poder enseñarlo a nuestras alumnas?» Una de las hermanas hablaba francés y lo traducía al japonés, y todas las otras eran japonesas; entonces les expliqué, y en forma espontánea me vino el término «Templo interno». La Madre Superiora le hizo una señal a la que traducía y le dijo algo rápido en japonés, que yo claro no entendía, y un poco después la hermana me dijo: «¿Sabe lo que dijo la Madre Superiora? Que en la escritura ideogramatical que viene de los chinos, el útero se designa por medio de dos «kangi», uno significa «templo», «santuario», el otro significa «secreto», «escondido», «oculto»,» y ahí en ese momento pude percibir uno de los grandes secretos de las lenguas humanas. Que si podemos traducir de un idioma a otro es porque en el fondo verdaderamente hablamos de lo mismo y cuando los de raza blanca o raza amarilla hablan con respeto de lo que es el lugar más digno del mundo para que nazca allí un ser humano, que de entrada esta llamado a la eternidad, utiliza una metáfora o una escritura clásica. En ambos casos hay una connotación de lo secreto y de lo religioso y es por eso que los hombres se entienden a pesar de hablar idiomas diferentes.

No hablo bien el español, lo comprendo un poco, pero el idioma de ustedes también tiene una prueba de lo que estoy diciendo. Lo que más queremos en el mundo y lo que nos parece lo más preciado, en francés llamamos «la manzana de nuestros ojos», que es el centro de los ojos. ¿Qué es el centro de los ojos? La pupila, y en latín, pupila quiere decir: niñita; en español esta ventanita pequeña, redonda con la que vemos la llamamos simplemente la «niña de los ojos», «La pequeña niña de los ojos». Y ¿por qué? ¿Saben ustedes por qué?. Para las lenguas latinas es la niña, la pupila, y los árabes hablan del «ser en el ojo»; en iraní se dice «mar do mak» lo que significa «hombre pequeño». Cuando se va a Ceilán se dice «ai babá», eso es fácil «ai» es ojo, y «baba» es bebé, y si van ustedes al Japón se dice «hito mi», Hito es el ser, Hirohito, por ejemplo y «mi» es el ojo. Todas las lenguas se refieren al pequeño ser en el ojo. ¿Por qué? Porque las mujeres siempre observaron que si miran muy de cerca al ser amado pueden ver el reflejo de su propia imagen en el espejo convexo que es el cristalino y que es la minúscula muñeca es tanto más luminosa cuando se proyecta sobre el fondo negro de la pupila, y de allí el dicho «la niña del ojo». La mujer que mira al hombre que ama, ve efectivamente una niñita en el ojo del ser amado, porque para todas las mujeres del mundo, el amor refleja en el ojo de su pareja un niñito.

Les voy a decir dos cositas acerca del respeto al embrión, y el respecto al hombre. El respeto al embrión no paraliza la investigación, no detiene la investigación. Hace tres años unos científicos ingleses pidieron la autorización para hacer experimentos en embriones humanos, de menos de 14 días, para supuestamente curar seis enfermedades específicas. Y el Parlamento Británico me llamó para que yo testificará allá y yo les dije: «de las seis enfermedades que ellos pretenden estudiar en embriones humanos, los órganos afectados por estas seis enfermedades, (trisomía 21, hemofilia, mucovisidosis, distrofia muscular), no están en el estado funcional, ni siquiera existen en un embrión de 14 días, de manera que lo que ellos están pidiendo es imposible.» Y fue juzgado de manera muy mala.

La revista científica más importante inglesa que se llama «Nature» a la semana siguiente sacó un artículo furioso diciendo «Influencia Francesa en Gran Bretaña», fue chocante desde luego . Ofrecieron una suscripción gratuita de la Revista, a todo científico que enviara un protocolo con una lógica demostrando que lo que yo había dicho era falso. Hace tres años de eso. Y no han publicado ningún protocolo. Y ningún científico recibe en forma gratuita esta revista tan interesante. ¿Y por qué? Porque cuando es imposible realmente es imposible, y la historia nos demuestra que en los tres años que siguieron a aquello, se aisló el gen de la mucovisidosis y de la distrofia muscular, y se han hecho avances importantes en trisomía 21; pero no tengo tiempo de hablarles de ello, y todos esos avances se han hecho sin que se arriesgara, ni una vez, la vida de un embrión humano y todos esos progresos se han logrado respetando la moral hipocrática verdadera, aquella que dice: «No mataré y no daré veneno aunque me lo hayan pedido». Y la que dice: «No suministraré medios de abortar a una mujer».

De manera que la historia nos enseña que el respeto del paciente, del enfermo, nunca ha molestado a la medicina, y sabemos con certeza, que no fueron aquellos que quemaban a los que tenían la peste, o que ahogaban a los que tenían la rabia entre dos colchones, que liberaron a la humanidad de la peste y de la rabia. Son aquellos que atacaron a la peste, que atacaron a la rabia, pero que defendieron a sus pacientes.

La medicina es algo sumamente sencillo que se parece muchísimo al Catecismo. Cuando yo era chiquito, a mí me enseñaron que había que odiar al pecado, pero había que amar al pecador, y la medicina es así. Es odiar a la enfermedad pero amar al enfermo. Y si uno va más allá de eso ya no es medicina.

La bomba biológica, la que estamos fabricando con estas técnicas biológicas, es más peligrosa que la bomba atómica, pues la bomba atómica sabemos que explota y hace unos daños inmensos; todos sabemos eso. Pero la bomba biológica puede destruir el respeto que tenemos por nuestra propia naturaleza y eso, si lo destruimos, la naturaleza no nos lo perdonará jamás.

Entonces, vamos a ser cada vez más poderosos y cada vez más temibles y alguien tendrá que decirnos el bien y el mal, y alguien nos tendrá que decir: «debes hacer esto, pero esto no». Podemos actuar con mucha certeza si nos guiamos por una sola palabra que lo juzga todo y que todos conocemos, la palabra del Señor que nos dijo: «Lo que han hecho al más pequeño de los niños, me lo han hecho a Mí».

De manera que yo les aseguro que si los biólogos no se olvidan de esa palabra, y si los legisladores no la olvidan tampoco, entonces la técnica más sofisticada quedará al servicio de la familia humana. Pero si se olvidan, si explotan a los más débiles, a los más pequeños, entonces ustedes tendrán mucho que temer de una biología desnaturalizada.