Eugenesia y Utilitarismo
Hace tan sólo dos semanas los medios de comunicación nacional e internacional han divulgado el nacimiento de Adam Nash en Estados Unidos, como consecuencia de la selección genética de 15 embriones y con la finalidad de intentar salvar la vida de su hermana Molly. A este respecto, escribe para Alfa y Omega la doctora López Barahona, Directora de Bioquímica y de la cátedra de Bioética, del Centro universitario Francisco de Vitoria Molly Nash padece una forma de anemia conocida como anemia de Fanconi.
Dra. Mónica López Barahona
La supervivencia de esta enfermedad no suele superar los 7 años. El único tratamiento eficaz para esta patología es un transplante de células madre de médula ósea de un donante genéticamente compatible. Por ello, los padres de Molly se sometieron a técnicas de fecundación in vitro y de selección genética de embriones con el fin de generar un hermano para Molly, del que se pudieran obtener las células necesarias para el transplante. Se obtuvieron 15 embriones de los cuales 13 se descartaron por ser portadores de la enfermedad y uno de los 2 restantes se implantó en el útero de la señora Nash. El 29 de agosto nacía Adam, no portador de anemia de Fanconi y genéticamente compatible con su hermana.
Lamentablemente, el caso al que nos referimos no es único, puesto que la selección genética de embriones en prácticas de fecundación in vitro es algo habitual y legalmente posible en muchos países (incluido España).
Llama poderosamente la atención el leer y escuchar los comentarios favorables a este tipo de acciones. Argumentos como la buena finalidad con la que se seleccionaba este embrión (salvar otra vida), o la justificación moral del hecho porque esté respaldado legalmente, o el centrar el debate ético en si se puede concebir un hijo para salvar a otro, afirmación ésta sostenida entre otros por el padre Javier Gafo S.J. (ABC 6-10-2000). Éstos son sólo algunos ejemplos de argumentos que sesgan y reducen el problema bioético que la selección de éstos y otros embriones plantea. Por ello, creo necesario puntualizar algunos conceptos.
En primer lugar, recordemos que un embrión es una vida humana desde su primer estadio de desarrollo (zigoto) y, por tanto, merecedor de todos los derechos que se aplican a los seres humanos, entre los que cabría destacar aquí el derecho a la vida y el derecho a no ser discriminado en función de su raza, sexo, religión o genes.
Partiendo de esta definición y retomando el caso Nash, el generar 15 embriones para seleccionar de entre ellos aquéllos no portadores del gen que conduce al padecimiento de, en este caso, la anemia de Fanconi, supone atentar contra uno de los derechos humanos, pues con esta práctica se está seleccionando a un ser humano en función de sus genes. Como sabemos, 13 de los 15 embriones eran portadores de la enfermedad. ¿Cuál ha sido su destino? La muerte. Por ello, bien en el caso Nash o en el de cualquier práctica de selección genética de un ser humano, en cualquier fase de su desarrollo, el criterio ético es claro: se trata de una práctica eugenésica y por tanto reprobable.
Por último, reflexionemos brevemente sobre la filosofía utilitarista que subyace en el caso Nash. Este embrión fue concebido con una finalidad predeterminada: salvar a su hermana. Por bueno que sea el fin, nunca una vida debe generarse con un fin programado, ya que es un atentado contra un inherente derecho a la vida que es el de la libertad; libertad para crecer y desarrollarnos como seres humanos valiosos en nosotros mismos, al margen de interesados utilitarismos de la ciencia y la medicina.