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Congelación de embriones

18:08 14 agosto in Reproducción Asistida

¿Hasta cuándo se puede justificar la conservación de embriones humanos? ¿Hay una legislación que contemple las bases éticas?

Por Natalia López Moratalla

Existe, en ocasiones, la necesidad de conservar embriones humanos congelados. Por una parte existe una tendencia a restringir a un máximo de dos el número de embriones que se transfieren; en la reciente Reunión Anual de la Sociedad Europea de Reproducción y Embriología Humanas de expertos, celebrada en Viena en junio de 2002, han advertido de la necesidad de reducir las gestaciones múltiples en mujeres sometidas  a técnicas de reproducción asistida, debido al riesgo creciente de prematuridad y de mayor morbimortalidad de la que hay gran evidencia.

La necesidad de no llevar a cabo transferencias de múltiples embriones,  ha llevado a la legislación de algunos países a no permitir la fecundación de más número de óvulos que los embriones que puedan ser transferidos; mientras que otros admiten almacenar los embriones que no se transfieren con el fin de utilizarlos en un intento posterior de reproducción. Por otra parte, en algunas ocasiones el ciclo resultante de la estimulación ovárica no es adecuado para proceder con la transferencia del embrión y en tal caso se ha de recurrir a la conservación del embrión.

Los primeros estudios sobre congelación de embriones se realizaron hace ya 50 años, demostrándose que es posible congelar y descongelar oocitos fecundados de conejo en presencia de un crioprotector(1). Veinte años más tarde, se logró por primera vez el nacimiento de crías viables de ratón a partir de embriones congelados a –196ºC y –269ºC (2). Los primeros intentos de criopreservación de embriones humanos, seguidos de transferencia de los embriones y nacimientos, tuvieron lugar a comienzos de los años 80 (3).

La congelación de embriones se considera actualmente un protocolo de rutina y completamente validado en el tratamiento de la infertilidad, con unas tasas de implantación aproximándose a las obtenidas con embriones no congelados(4). Recientemente se ha realizado en Francia un análisis de una larga serie de transferencias embrionarias (involucrando miles de casos) que ha permitido concluir que la gestación por embrión es menor con embriones criopreservados (7.3%) que en embriones frescos (9.2%) (5). De todas maneras, se ha observado que el daño experimentado por los embriones como resultado de la congelación-descongelación es del orden del 30% (6).

Se debate actualmente cuál es el mejor momento para proceder a la congelación de los embriones. Algunos grupos prefieren la criopreservación durante la fase pronuclear mientras que otros favorecen estadios más tardios (7). Esto último permite seleccionar los “mejores” embriones para proceder a la transferencia de estos inmediatamente, mientras que los restantes son congelados a la espera de los resultados de la transferencia. Claramente, esto tiende a sesgar las comparaciones relacionadas con la viabilidad de los embriones frescos y congelados con una clara ventaja a favor de los embriones frescos.

Existe en la actualidad un interés por la congelación de blastocistos (8), ya que cuanto más avanzado esté el desarrollo del embrión más tarde se hace la selección, y se podrán congelar los mejores de forma que muy pocos embriones pasen este proceso de selección en esta etapa más tardía.

Los embriones se congelan en medio de cultivo de tejidos que contienen, además, crioprotectores y azúcares para lograr una congelación y formación de cristales adecuados. En forma alternativa, se utilizan protocolos de vitrificación en los que se evita la formación de cristales de hielo mediante el empleo de elevadas concentraciones de crioprotectores y velocidades de congelación muy rápidas.

Existen revisiones donde se debaten los aspectos técnicos de las técnicas de congelación de embriones (9). La descongelación se realiza cuidadosamente en presencia de concentraciones adecuadas de azúcares no permeables con el objeto de evitar la sobrehidratación de las células al mismo tiempo que se produce la dilución del crioprotector. Es habitual, antes de proceder a la transferencia, realizar un cultivo in vitro de los embriones descongelados durante un período de 24 horas para asegurarse que continúan el desarrollo.

El problema no está fundamentalmente en que la congelación afecte la viabilidad del embrión. Ese es un problema “técnico», que podría llegar a ser resuelto, sino el contexto en que se produce. Congelar unos días hasta acoplar su estado de desarrollo al ciclo biológico de la madre que lo va a recibir y gestar no es más que un paso más en la tecnología de la fecundación in vitro.

El problema médico, ético y humano es producir embriones en exceso, a lo que conduce una muy deficiente práctica médica, puesto que está científicamente desaconsejada la multiovulación (cfr. -Moore P, (2001) Natural cycle IVF should be used more frequently BMJ 322, 318-319; Nargund G (2001) Human Reproduction 16, 221-225). Los embriones producidos por fecundación de la aproximada docena de óvulos obtenidos tras multiovulación son defectuosos por su procedencia de óvulos menos maduros que los que se forman en un ciclo natural en cuanto a su desarrollo y capacidad de anidación. Si a su vez se seleccionan los mejores de entre ellos es obvio que los “sobrantes” que se congelan son precisamente los más débiles y a los que más les afecta el proceso de congelación-descongelación.

Es precisamente la sospecha de la mayor debilidad que generalmente presentan, una de las causas para que los padres biológicos que ya consiguieron un hijo, les abandonen en las clínicas de fecundación asistida, no sean fácilmente “adoptados” por otras parejas, y que tras el tiempo que permita la ley, pasen a disposición del centro biosanitario para acabar siendo material biológico para investigación. La misma probabilidad de ser defectuosos elimina estos embriones para un uso terapéutico; es decir cuando la investigación aplicada logre dominar las células madre embrionarias que proceden de ellos, se producirán nuevos embriones para obtener esas células de padres biológicos fértiles.

(1) Smith AU (1952) Behaviour of fertilized rabbit eggs exposed to glycerol and to low temperatures. Nature 170 , 374.
(2) Whittingham DG, Leibo SP, Mazur P (1982) Survival of mouse embryos frozen to –196ºC and –296ºC. Science 178, 411-414; Wilmut I (1972) Effect of cooling rate, warming rate, cryoprotective agent and stage of development on survival of mouse embryos during freezing and thawing. Life  Sciences 11, 1071-1079.
(3) Trounson AO, Mohr L (1983) Human pregnancy following cryopreservation, thawing and transfer of an eight-cell embryo. Nature 305, 707-709;  Downing BG, Mohr LR, Trounson AO, Freemann LE, Wood C (1995) Birth after transfer of cryopreserved embryos. Medical Journal of Australia 142, 409-411;  Cohen J, Simons RF, Fehilly CB, Fishel SB, Edwards RG, Hewitt J, Rowland GF, Steptoe PC, Webster  JM (1985) Birth after replacement of hatching blastocyst cryopreserved at expanded blalstocyst stage. Lancet 1, 647.
(4) Tucker MJ, Morton PC, Sweitzer CL, Wright G (1995) Cryopreservation of human embryos and oocytes. Current Opinion in Obstetrics and Gynecology 7, 188, 192.
(5)  FIVNAT (1996) Bilan des transferts d’embryons congelés de 1987 à 1994. Contraception, Fertilité, Sexualité 14, 700-705.
(6) Testart J, Lasalle B, Belaisch-Allart J, Forman R, Hazout A, Volante M, Frydman R (1987) Human embryo viability related to freezing and thawing. American Journal of Obstetrics and Gynecology 157, 168-171.
(7) Kattera S, Shrivastav P, Craft I (1999) Comparison of pregnancy outcome of pronuclear- and m ulticellular-stage frozen-thawed embryo transfers. Journal of Assisted Reproduction and Genetics 16, 358-362.
(8)  Kaufman RA, Menezo Y, Hazout A, Nicollet B, DuMont M, Servy EJ (1995) Cocultured blastocyst cryopreservation: experience of more thatn 500 transfer cycles. Fertility and Sterility 64, 1125-1129.
(9) Watson PF (2001) The cryopreservation of human gametes and embryos. En: Cryobanking the Genetic Resource, Watson PF, Holt WV (eds), Taylor & Francis, London, pp. 425-442.